La historia comienza a principios del siglo XIX Francia se hallaba envuelta en luchas por lugares muy dispares y distanciados de Europa, y Napoleón tuvo la ocurrencia de ofrecer un premio para aquel inventor que creara un método de conservación de la comida que permitiera proveer de ella a las tropas de manera más sencilla. El resultado de aquel ofrecimiento tardó en llegar, pero por fin dio sus frutos.
Nicolás Appert, un cocinero francés nacido en 1749, se llevó en el año 1809 los veinte mil francos del premio por su invento. Según su idea, la comida era introducida en botellas de cristal, de champán según parece, que posteriormente eran selladas.
Un inglés llamado Peter Durand tomó como base la idea del francés y creó un método similar de conserva, cambiando las botellas por latas metálicas, que también eran selladas para conservar los alimentos. Aquel diseño fue patentado y poco después aparecieron en el mercado las primeras latas de conserva de alimentos.
No fue hasta 1858 cuando se inventó el abrelatas y por fin se dio el salto definitivo. Se abandonaron los cuchillos, martillos, mazas… y demás ideas de fuerza bruta para abrir las latas y se dejó paso al ingenio. Este lo puso un tipo llamado Ezra Warner, un norteamericano, que patentó su diseño y triunfó con él.