Y es que si bien los Curie descubrieron el radio y el polonio (llamado así en honor a Polonia, el país donde nació Marie el 7 de noviembre de 1867), los científicos nunca imaginaron los efectos negativos que podría tener la radioactividad sobre el ser humano.
De hecho, Marie Curie murió en 1934 por una anemia aplásica, probablemente resultado de su frecuente exposición al radio y al polonio, cuyas muestras llevaba a menudo en el bolsillo.
Así, todo lo relacionado con ella y que aún se conserva, debe guardarse con precauciones extra y en cajas de plomo… incluido el propio cadáver de la científica, el primero de una mujer en ser sepultado, por sus propios méritos, en el Panteón de París, la célebre tumba de las glorias de Francia.